Suele decirse que hay textos, libros o discursos que son hacedores de la historia. La metáfora es expresiva pero, a la vez, engañosa. Lo primero, porque hace justicia a la extraordinaria importancia que un escrito puede excepcionalmente adquirir en el desencadenamiento de grandes procesos históricos. Pero también engañosa porque en su formulación inicial oculta un hecho decisivo: son hombres y mujeres quienes realmente hacen la historia…
No fueron los libros, o los panfletos, sino la articulación entre estos y las luchas de los pueblos los que movieron la historia […] La historia me absolverá pertenece a este mismo ilustre género. Se trata de un alegato extraordinario, un texto impresionante, sin duda uno de los más importantes de la historia latinoamericana, tanto por su contenido como por las condiciones bajo las cuales se produjo.
Atilio A. Boron
La presente edición es la primera de sus características. Nunca antes se ha realizado, en Cuba ni fuera de Cuba, una edición tan copiosamente anotada –en terminología editorial se le llamaría una edición crítica– de La historia me absolverá, a pesar de que el tiempo transcurrido desde la elaboración del documento era razón sobrada para justificarla […] el alcance del trabajo de anotación realizado supera con creces todo lo anterior. En esta ocasión se han elaborado más de 560 notas, la mayor parte de ellas de fondo y muchas relativamente extensas. En total, el texto de las notas más que duplica en volumen al del documento propiamente dicho.
Con este trabajo es posible asegurar que el texto de La historia me absolverá [aquí] ofrecido puede ser considerado definitivo.
Pedro Alvarez Tabío – Guillermo Alonso Fiel
Termino mi defensa, pero no lo haré como hacen siempre todos los letrados, pidiendo la libertad del defendido; no puedo pedirla cuando mis compañeros están sufriendo ya en Isla de Pinos ignominiosa prisión. Enviadme junto a ellos a compartir su suerte, es concebible que los hombres honrados estén muertos o presos en una república donde está de presidente un criminal y un ladrón.
Queda todavía a la Audiencia un problema más grave: ahí están las causas iniciadas por los setenta asesinatos, es decir, la mayor masacre que hemos conocido; los culpables siguen libres con un arma en la mano que es amenaza perenne para la vida de los ciudadanos…
En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a setenta hermanos míos. Condenadme, no importa, la historia me absolverá.
Fidel Castro
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